EMOCIÓNATE: gestión de las emociones.
- Edurne Floristán Preciado
- 25 ene 2017
- 2 Min. de lectura
Es fácil que nos sorprendamos en el día a día intentando controlar el enfado, aguantando la tristeza, exacerbando la alegría o lidiando con el miedo.
Las emociones están asociadas a la mayoría del situaciones con las que convivimos diariamente y son reacciones fisiológicas y de estado interno que se activan tanto en situaciones nuevas como en aprendizajes desarrollados desde nuestra más tierna infancia.
"Quieres parar de llorar?" "Cuidado que te vas a caer?" "No tienes derecho a enfadarte!" "Yo de ti no estaría tan contento"…La respuesta emocional en infinitas ocasiones es negada o substituida desde que somos pequeños y esto añade especial dificultad a la tan contemporánea tarea de gestionar nuestras emociones.

Obviamente el proceso de gestionarlas empieza por el difícil ejercicio de identificarlas, que a su vez implica la ardua tarea de poder aceptar todas ellas como válidas y funcionales.
Y es que a pesar de nuestro afán por estar siempre más contentos que tristes no hay emociones mejores que otras, ni tampoco podemos afirmar que aquellas llamadas positivas (alegría, felicidad) resulten más eficaces que las llamadas negativas (miedo, ira, enfado)
Estudios en inteligencia emocional afirman que todas nuestras emociones son altamente eficaces y adaptativas. El miedo nos alerta de posibles riesgos, la ira nos ayuda a defender nuestro territorio, la tristeza nos permite equilibrar estados de pérdida y duelo y la alegría perpetuar estados de bienestar.
Aceptar todas ellas como parte de nuestra naturaleza es entender que todas nuestras emociones son pasajeras y que en la medida en la que nos aferramos a ellas perpetuamos y cronificamos estados emocionales.
La tristeza no es eterna y la alegría tampoco, y es que todas nuestras emociones aparecen y se desvanecen con la facilidad con la que uno hace burbujas.
Aferrarse a la alegría o querer evadir el miedono son más que estrategias de control que muy lejos de acercarnos a la felicidad nos generan estados de insatisfacción, frustración, desgaste y estrés.
Observar sin juicios nuestras emociones permite sin embargo el autoconocimiento y favorece el desarrollo de la inteligencia emocional.
¿Cómo me siento en este momento? ¿Estoy alegre? ¿Estoy enfadado? ¿Estoy triste? ¿Tengo miedo? Si identifico como me siento en este preciso momento sin el deseo de cambiarlo ni en lo más mínimo estaré aceptando mis emociones, reconociéndome, y ganando en inteligencia emocional.
Artículo Escrito para revista Utopía
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